17/12/11

PROVISIONAL.

El sábado vi una fotografía en un diario; en ella se ve a Rafael Alberti, su primera mujer María Teresa León y Antonio Gades en una sala de la casa Romana del poeta.
Es una fotografía del año 1968 y en la misma aparecen muy sonrientes.
Hasta aquí nada especial, fotografías así hay muchísimas.
Sin embargo una impresión especial se ha creado en mi mente; pero para entender esta impresión hay que sumar a esta fotografía una noticia, mejor dicho un titular, aparecido en este mismo periódico unas páginas antes; y éste decía: "El FMI llama a la unidad para evitar otra Gran Depresión".
Ya conocemos el origen, el detonante de mí impresión, que denominaría como una cierta angustia mezclada con un sentimiento de pérdida y añoranza de épocas pasadas.
¿Por qué este sentimiento?
Cada día que pasa todo nos refuerza en la idea de que una época está por concluir.
Las noticias económicas que a diario nos pulverizan los medios son una lluvia de malas noticias; una nauseabunda ducha de catástrofes financieras, despidos masivos y vomitivos juegos políticos.
Una película de terror donde los culpables, políticos zombis y financieros avariciosos, devoran a las víctimas.
La fotografía simple y llena de alegría, me retrotrae a una época más linda y llena de esperanzas(?).
¿Estoy seguro de que era así?
No puedo eludir la realidad del aquel momento y recordaré que la vida era muy diferente en función del lugar en el que vivieras. Y que no todo el mundo era ese lugar mágico, lleno de democracia, libertad y posibilidades del primer mundo. En Europa Occidental había países bajo el yugo de dictaduras, en Europa Oriental las sociedades estaban sojuzgadas por las élites comunistas, salvadoras del proletariado, en china se daba la Revolución Cultural, que fue una de las atrocidades más grandes de la humanidad, y la miseria y la opresión reinaba por América Latina, África y Asia.
¿Entonces qué hecho de menos del aquel momento?
Una gran parte del mundo se estaba olvidando de una cruenta guerra y las sociedades más avanzadas estaban en una situación de bonanza generalizada, con una creatividad cultural magnífica.
Los países de Europa occidental, Japón, EEUU, Australia, Cánada se habían sumergido en el momento más espectácular de desarrollo de toda su historia; un desarrollo además humano sin precedentes.
¿Y qué más?
Pues poco más puedo decir; sin que que lo anterior sea de no tener en cuenta ya que es lo que más nos atañe; quiero seguir exponiendo la realidad de aquellos momentos.
Sudamérica seguía sumida en la pobreza y la opresión, salvo algunas excepciones y con matices, como Argentina, México, Chile; países que hasta ese momento a pesar de todas las dificultades históricas, llevaban un camino ascendente; camino que se truncaría pocos años más tarde y que los devolvería al pozo de la historia; pozo del que están saliendo ahora cuarenta años más tarde; México con matices y una violencia increible que costará decenios eliminar.
África después de su cruento climax independentista, caería en infinitas disputas internas que han dejado un continente agotado, lleno de pobreza que no pobre, injusto; maltratado al fin.
Salvo la excepción de Sudáfrica, que sigue siendo rico y  han conseguido democracia y un reparto más generalizado ( con todas las desigualdades del mundo) de la riqueza. 
¿Qué conclusión saco de todo esto?
Y para no alargarme demasiado, decir que a pesar de que algunos países, como el nuestro han descendido algún peldaño en el reparto de la riqueza al día de hoy y por causa de la crísis; el camino es positivo.
Vivimos hoy mejor a pesar de las dificultades; sabemos lo que son las libertades, la justicia, el reparto de la riqueza; sabemos que se pueden y se deben tener y qué hay que hacer contra los que nos la quisieran quitar.
En Asia, China está sumida en uno de los cambios más espectáculares dados en una sociedad en tan corto espacio de tiempo; cambio que los inunda de consumismo pero que les encamina hacia otras demandas sociales (que algunos piensan que no llegarán); las desigualdades e internet harán el resto: pedirán más igualdad, más democracia, más justicia.
Japón inmerso en una crísis terrible, nuclear, de ideas y  económica desde hace años; saldrá diferente de este cataclismo: dejará la energía nuclear y será referente de un cambio de paradigma social (energía más limpia, crísis del consumismo como fuente de crecimiento).
Otros países asiáticos van desarrollándose adecuadamente tanto en Indochina, en el entorno de Indonesia como en el Asia Central.
A pesar de que varios países están en manos de dictaduras, éstas irán cayendo por la presión de su entorno.
A pesar de seguir teniendo el cáncer de Corea del Norte. Soy optimista.
En América del Sur la democracia y el reparto de la riqueza parece que están calando; ejemplos como Brasil y Chile son referentes que tirarán de los demás; y algunos presidentes "sui generis" como Chávez ayudarán a crear una conciencia Latina que no les vendrá mal, el orgullo bien dirigido hace milagros. Soy optimista.
En EEUU la gente está pidiendo otra sociedad; el cambio empezó con Obama, que aunque no haya conseguido algunas cosas importantes como la generalización de la sanidad, y a pesar de la oposición poderosa de la derecha, sigue siendo uno de los cambios más maravillosos acaecidos en este penoso planeta: un presidente negro que por ese simple echo dejará huella; estoy convencido que es una persona honesta y luchadora por la mejor distribución de la riqueza. Ha ayudado a cambiar las mentes definitivamente; estoy seguro que después de él nada será ya igual.
México lo está pasando mal por el crímen organizado pero el estado de derecho se consolidará más y más rápido por ello mismo.Soy optimista.
África está en la prensa cada día, los pueblos se están despertando y como la pólvora las peticiones de más democracia y justicia  van estallando en todo lugar. Sigue habiendo grandes opresiones e injusticias en toda el África Negra; pero la presión por el norte con sus revoluciones y el liderazgo del sur harán que esa área abandonada se infecte del virús del cambio.Soy optimista.

La fotografía del periódico volverá a hacerse realidad; nos espera un mundo más equilibrado; en los países occidentales tomaremos nota de cómo luchan los más pobres para seguir su ejemplo y no dejarnos robar; el mundo entrará en una fase de Slow Life, más acorde con una sociedad menos depredadora y solidaria. Energías más limpias y vida sostenible. Un mundo en el que demos más importancia a la cultura, la educación y el bienestar general. Donde nuestros héroes sean los investigadores, los luchadores por la justicia, los esforzados por el bienestar general.
Estamos viviendo el canto del cisne del viejo paradigma.  

10/12/11

El Foro.




Una vez más, y gracias a Díos o, perdonadme, a quien sea, llega la navidad.
Unas fiestas llenas de simbología y hermosos deseos.
No voy a entrar en criticar las inmensas contradicciones que estas fiestas conllevan, y no me faltan ganas, pero lo dejaré para otro momento.
Lo que me apetece contar aquí es  un intento de paseo por la zona centro de Madrid en estas fechas tan señaladas.
Aunque desde hace unos años vivo en Sevilla, he aprovechado unos días de vacaciones para darme un garbeo por mi ciudad natal.
Pasear por su centro es siempre agradable, sus bares, sus callejuelas, sus tiendecitas, le dan un aire de otro tiempo; tiempo añorado, que mantiene a pesar de la "atiliana" modernidad.
El día era soleado, un auténtico regalo de la naturaleza, relativamente frecuente en esta ciudad tan cerca del cielo.
Llegamos hasta la Plaza de Oriente, buscando su parking, el restaurante en el que queríamos almorzar, restaurante asturiano, se encuentra a unas pocas manzanas de esa plaza.
Al llegar al aparcamiento, un cartel luminoso nos comunica que no hay sitio; miro el reloj del cuadro del vehículo y me doy cuenta de que es normal, es tarde.
Tengo que decidir rápidamente qué hacer y caigo en la cuenta de que no se ha realizado una buena logística; teníamos que haber quedado más temprano o elegido otro lugar para almorzar.
Sigo hacia la Puerta de Toledo pero me encuentro con un atasco; no me cabreo, mantengo la calma, estamos en un bonito día de fiesta y no vale la pena calentarse por un atasco, aunque signifique que todo lo previsto se vaya al traste.
Los accesos a la Latina están cerrados y en San Francisco El Grande tengo que seguir hacia mi destino a pesar de que tuve la intención de girar a la izquierda para llegar al aparcamiento del mercado de la Cebada.
La luz calienta a esta horas y me encuentro  en una fila de coches que lentamente busca un sitio para descansar.
Las gentes algo perdidas nos miramos como cómplices lejanos de un anhelo común.
El arco, querido, surge a unos centenares de metros; la puerta que un día fue hacia las huertas de los Carabancheles, nos acoge con su romántica belleza.
La marea de coches no cesa; y al dejar la puerta a mi espalda bajo por la calle Toledo para a unos pocos metros encontar un aparcamiento de pago al que no dudo en entrar. La negrura me acoge y en ella deposito mi mecánica montura.
Mi cuerpo al andar recupera su ancestral tranquilidad; recupero la armonía con la naturaleza pétrea.
Me alejo de la caverna hacia la realidad.
Subimos por la calle Toledo hacia la Plaza Mayor; una vez pasada La Puerta De Toledo, la calle se hace río, y las personas peñas que dificultan la navegación.
Por fin llegamos al lugar deseado y como era de suponer si queríamos comer había que esperar más de media hora; llego sudando, algo que me gusta cuando hago ejercicio, me da la medida del esfuerzo, pero cuando voy a almorzar no es la sensación que más me agrada.
El día soleado es aquí, entre las estrechas calles, de un fresco maravilloso; el frío seco de Madrid siempre me ha encantado; hay pocas sensaciones, para mi, tan placenteras como un ligero viento fesco y seco en la cara.
Nos tocaba buscar otro mesón para llantar ese día; no era un problema de difícil solución en ese típico lugar de los madriles.
En tropel comenzamos la andadura en pos de una buena comida; a los pocos minutos encontramos un acogedor mesón llenos los cristales de pinturas "rupestres" que simbolizaban verduras y manjares típicos de  tan maravillosa selva.
Después de saldar la cuenta con nuestros estómagos decidimos salir a caminar y nos topamos con una enorme fila de gente, más jóvenes que maduros, esperando a ver a Bisbal y conseguir un autográfo.
Ejemplo vivo del pésimo nivel de nuestros sueños y exigencias ( no quiero faltar a los que gusten de este artista, entiendo que para gustos hay colores, pero disiento enormemente de este gusto.)
La tarde al enconderse el sol se convirtió en lo que debía ser: una gris, fresca y maravillosa tarde madrileña en navidad.
Al dirigirnos hacia La Puerta Del Sol, nuestro andar era lento y "eslalomizado", dificultoso en fin.
Las gentes éramos infinitas, como infinitas son las estrellas en el cielo; sin embargo a diferencia del cielo, las calles aquí, en este Madrid dieciochesco, sí lo son y mucho.
Hacía mucho que no veía tanta gente en estos lares; siempre acoje a muchísimos amigos este lugar pero como ese día no recuerdo haberlo visto.
Las cabezas eran como una marea de caramelos ( con palo) sin fín. No íbamos hacia donde queríamos sino hacía donde iba la marea, algo que nos asustaba por muy dulce que fuera esa fuerza navideña.
El Tsunami nos obligaba a dirigirnos a la todavía más repleta Plaza Mayor; la angustia llenaba mi cabeza, que no mi corazón, que quería disfrutar de los bonitos adornos.
Miles de personas pasaban a nuestro lado, y nosotros al suyo, todos mirándonos, los unos a los otros y los otros a los unos, como si buscáramos algo; cosa indefinida pero cosa en definitiva; seguramente la complicidad, el reconocimiento de un echo  tan tangible como que las cosas ya no son igual que antes.
Eché en falta la ilusión y la ternura de años pasados; el calor del amor a las pequeñas cosas cuando falta de todo y todos luchamos por tener algo.
Conseguimos alejarnos de la corriente que quería engullirnos y llevarnos al "País de Nunca Jamás" volver, con mucho esfuerzo nos dirijimos, ya entrada la oscura tarde, hacia La Puerta De Toledo donde en una cafetería tomada por las hermosas hordas de principios del siglo XX, nos pudimos tomar un chocolate con roscón ya que faltaban los deliciosos churros madrileños.
San Ginés era una fortaleza bien guardada por las huestes visitantes, imposible de tomar.
Mi montura adormecida me esperaba fiel como máquina estúpida para llevarme sano y salvo a mi hogar.

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